Sobre el miedo y los murales

Siempre he sido la reina de las excusas. A todo le consigo una explicación y mucho más si es para justificar por qué no he hecho algo. Desde que empecé a dibujar no sé cuántas excusas he puesto: no tengo tal pincel, me hace falta una punta para la pluma, se acabó la tinta, si no tengo tal rotulador no puedo seguir, me hace falta papel… Ninguna válida, yo misma sé que todas han sido mi Sara interior, que le tiene miedo a todo y es más fácil no probar o esforzarme.

Una de las cosas que he aprendido (no siempre) ha sido dejar esas excusas y empezar, por donde sea, en lo que sea y con lo que sea. Las excusas del tipo “me hace falta tal cosa”, sencillamente, NO VALEN.

Todo esto lo digo para contar un poco la historia de cómo empecé con los murales. No tenía ni idea de cómo se hacía uno, solo tenía muchísimas granas de hacerlo.

El festival de cine que organizo (La Guarimba) me ha llevado a muchos sitios: eventos con emprendedores culturales, festivales de cine, mercados de arte, conciertos y mucho más. Fue gracias al festival que salió mi primer mural. Desde hace tiempo tenía metido en la cabeza que quería hacer uno, me quemaban las ganas de enfrentarme a una pared o a una tabla en súper gran formato. En diciembre 2013, nos invitaron a presentar el festival en Lecce, una ciudad preciosa del sur de Italia. Íbamos a estar en una especie de centro cultural gigante y tendríamos un espacio para usar como quisiéramos. La primera cosa que me saltó a la mente, ademas de llevar cortos y la exposición de carteles hechos por artistas de todo el mundo fue, ¿y si proponemos hacer un mural en vivo mientras todo pasa? El director del festival lo propuso en seguida y para mi sorpresa, la respuesta de parte de la organización fue positiva. Así que al preparar la maleta metí todo lo que me podía servir para dibujar.

¿Qué necesitaba? Nunca había hecho un mural y no tenía ni idea de por dónde empezar, así que me senté a pensar un segundo. Seguramente no era muy diferente de pintar en papel, solo que tenía que ser más grande, eso seguro. Así que guardé en el bolso un par de rotuladores gruesos, acrílico negro y pinceles y un montón de cosas que solo llevé a pasear.

Cuando llegué al lugar me dijeron que tenía el día para dibujar, me pareció perfecto así que con toda la calma del mundo preparé la tabla, le di dos buenas capas de blanco y luego cuando ya estaba seco llegó el momento de la verdad ¿qué dibujo? ¿por dónde empiezo? Por unos segundos tuve miedo. Me llené de inseguridad y me pregunté mil veces ¿por qué me ofrecí para esto?

Dije que lo quería hacer y que “sabía” hacerlo porque lo quería con todas mis fuerzas. Esas mismas fuerzas, por suerte, vencieron al miedo que me hace pensar que no tengo suficientes materiales para empezar, o que a lo mejor necesitaba otra capa de blanco y todas las excusas posibles de siempre.

Así que cogí los rotuladores y empecé… Estuve 12 horas dibujando, lentamente, con miedo pero feliz. La mano llegó a dolerme pero cuando finalmente terminé el dibujo me sentí muy feliz porque finalmente había podido romper el hielo con el miedo y sobre todo, conmigo misma. Muchas veces tengo que obligarme a hacer las cosas para poder demostrarme que sí puedo.

Después de ese mural, me invitaron a una galería de arte en Sicilia en donde hice mi primera sirena gigante y en mayo 2014 hice mi primer mural de 20 metros, en un festival de street art del sur de Italia. El mismo miedo lo he sentido en todos, pero cada vez lo supero más rápido.

Lo más gracioso de todo es ver cómo obligándome y haciendo he aprendido a superarme a mí misma como artista: con el primer mural de unos  3 x 1,50 metros, como mucho, tardé más de 12 horas en hacerlo. El segundo que lo doblaba en tamaño lo hice  en unas 12 horas. El mural de 20 metros lo hice en tres días entre lluvia y frío.

Al final el obstáculo más grande siempre he sido yo misma. Dedicarme a lo que me gusta me ha ayudado a abrirme puertas antes que cerrarlas por miedo. Si mañana me llaman para ofrecerme pintar la fachada de un edificio, digo que sí aunque me de vértigo, porque sé que intentaré dar lo mejor de mí para poder hacer el mejor trabajo posible.

Lo que quiero decir con todo esto es que las excusas están siempre disponibles y el miedo nunca se va a ir, pero es mejor escuchar las ganas que tenemos de hacer algo y lanzarnos de lleno. Si dejamos de lado el ruido que nos deja sordos todos los días podemos escuchar lo que verdaderamente estamos intentando decirnos. Las respuestas y las claves las tenemos siempre, lo que pasa es que el miedo es muy escandaloso y a veces, lo dejamos ganar la batalla.

Sara Fratini
@sarafratini

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