Compañero de viaje

Hace poco perdí mi cuaderno de viajes, mi diario, cuaderno de apuntes, agenda… Ese cuadernito de 16 x 16 cm me acompañaba a todas partes y donde quiera que esté lleva en sus páginas un pedazo de mi vida, mis viajes, sueños y dudas.

Me consuela la idea de pensar que tenía que perderlo, tenía que desaparecer repentinamente de mi vida para comprender muchas cosas y dejar atrás otras.

Me había encariñado demasiado a ese cuaderno. Había empezado a anotar todo lo que me inquietaba, lo que me hacía feliz y lo que no. Había todo tipo de bocetos, ideas… Era un lugar sincero y tranquilo en donde expresarme.

Desde hace más de un mes mi cuerpo estaba intentando decirme algo. Ese dolor de estómago repentino, la debilidad en las manos sin ningún motivo. Estaba estresada, ansiosa por el futuro, por las cosas por hacer, por el miedo. En mi cuaderno anotaba todo a cualquier hora, en cualquier momento, en una fiesta con los amigos, en una cena o sola en el tren. Era un refugio aislante. Me estaba dejando ensimismar por sus páginas ¿Para qué hablar de algo si lo podía escribir o dibujar? Era mi modo de ignorar la realidad, de irme por el camino fácil y no enfrentar nada.

El día que perdí el cuaderno había anotado varias cosas. Estaba en un festival con un grupo de amigos y recuerdo haber escrito: “creo que estoy pasando por un momento difícil conmigo misma.” No sé ni siquiera explicar por qué, venía de un viaje largo, de no haber dormido y no dormir siempre me afecta. Me han pasado cosas increíbles y me siento muy feliz con mi vida, pero estaba teniendo sube y bajas de humor, de autoestima. Lo más parecido a mi estado de ánimo era una montaña rusa, entre el miedo, la euforia, la alegría. Todos los estímulos de la vida los estaba sintiendo demasiado fuertes desde lo bueno hasta lo malo, no había punto medio y mi cuaderno era testigo de todo, a tal punto de aislarme por completo.

Ya de regreso del festival, mientras iba sentada en la parte de atrás del carro decidí dejar de intentar entrar en la conversación, estaban todos hablando en italiano y cuando estoy muy cansada me cuesta explicarme más de lo normal. Estaban hablando de política y yo soy bastante mala en ese tema, casi nunca estoy al día. Recuerdo haber querido decir algo y repentinamente sentir un cansancio extremo sólo por el hecho de intentar expresarme coherentemente. Sentí una debilidad muy extraña en los brazos, algo muy parecido a un sinsabor emocional, a la pereza y al miedo juntos. Decidí quedarme callada mientras pasaba lo que sentía, me quedé mirando el cielo por la ventanilla. Estiré la mano para sacar de mi bolso el cuaderno y anotar algo de lo que estaba sintiendo, pero no llegué a sacar el cuaderno porque me quedé viendo el cielo estrellado. Había tantas estrellas que me distraje pensando en lo que sentía mientras las veía. Recuerdo haber deseado fuertemente que se fuera esta sensación tan agobiante. Vi tres estrellas fugaces. Nunca había visto tantas en tan poco tiempo. Sonreí pensando en que a lo mejor se cumpliría mi petición.

Al día siguiente, no me di cuenta hasta bastante tarde que mi cuaderno había desaparecido. Después de una campaña para intentar conseguirlo sin éxito pienso, estaba llevando por el camino equivocado todo lo que estaba anotando en esas hojas, me estaba concentrando demasiado en lo que me molestaba más que en lo que me hacía feliz. Ese montón de papel se había convertido en mi aislante, en mi falso refugio y me estaba haciendo daño.

Lo perdí y siento que no es más que una señal de las cosas que puedo atraer. Es una metáfora que me regala la vida para que viva más y me queje menos. Para que viva el momento y no busque excusas para escapar a la primera que veo que las cosas no son tan fáciles como pensaba.

Sara Fratini
@sarafratini

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